Hoy hace un mes que nuestra querida Cueta nos dejó. Hemos hecho un escrito para recordarla y que saldrá en nuestra próxima revista, pero también queremos compartirlo por aquí.
RECORDANDO A CUA
La casa se quedó solitaria el día que decidieron independizarse nuestros hijos. Ahora iba a tener mucho tiempo libre y la tristeza natural que toda madre tiene al quedarse sin sus retoños.
Mi hijo me sugirió que adoptara un gato para que me hiciese compañía, siempre me gustaron los anímales así que pensé que sería una buena idea. A los pocos días de tener esta conversación, me avisaron de que habían encontrado abandonadas en el motor de un coche a dos gatitas y que las habían llevado al veterinario a espera de que alguien quisiera adoptarlas. Fuimos a verlas y nos trajimos una de ellas a casa, a las pocas horas no podía dejar de pensar en su hermanita, que sería de ella y fui corriendo a buscarla también, eran muy chiquitinas, apenas tenían un mes. Las llamamos Lita e Iris.
Que alegría me dieron aquellas dos chiquirrinas, pero a los pocos días enfermaron, cogieron un extraño virus que en aquellos días infectó a muchos gatos de la ciudad y fallecieron las dos. En la veterinaria que ingresamos a Lita e Iris cuando enfermaron habían llevado una nueva camada de gatitos, uno de ellos blanca como la nieve, mas bien feota, parecía un conejo en vez de un gato, pero a mi me cautivó, ella estaba sana y la adoptamos, sus hermanos corrieron la misa suerte que Lita e Iris.
Nina como así la llamamos, pensamos que no debería estar sola, que necesitaría alguien con quien jugar. Al día siguiente de tenerla en casa, nos dijeron que una vecina tenía gatitos para regalar y allí que fuimos y nos trajimos a Lis nuestra gata tricolor y vuelta a empezar, ya teníamos a dos nuevas criaturas en casa. A las dos semanas el maldito virus volvió a atacar, esta vez a Lis, la llevamos corriendo al veterinario, la ingresaron y aunque estuvo bastante mal, ella se salvó.
Lis estuvo ingresada una semana y nosotros íbamos todos los días a verla, yo la tomaba un ratito en brazos y la acariciaba. El primer día que fuimos, en la jaula de al lado de Lis había una cosita diminuta con unos enormes ojazos que en cuanto nos vio empezó a maullar desesperadamente, yo pregunté si la podía tomar un poquito en mis brazos y me dijeron que si. Así que cuando solté a Lis la tomé a ella, se me acurrucó y se calmó, la acaricié lo mismo que a Lis, cuando la volví a dejar en su jaula se puso a comer, la veterinaria me dijo que la gatita estaba triste y no comía, estaba muy mal pues la habían atropellado y la habían llevado para sacrificarla, tenía la colita aplastada, las caderas destrozadas y además también tenía el puñetero virus. Que pena me dio, tan pequeñita y tan mal.
Todos los días se repetía lo mismo, cuando nos veía entrar, ella se ponía a maullar insistentemente hasta que la tomaba en brazos y la acariciaba, cuando la dejaba comía, pregunté si tenía dueño y me dijeron que no. Pues si se salva me la llevo!. La cadera se le soldó y la colita se la tuvieron que amputar, pero ella tenía tantas ganas de vivir que salió adelante y nos la llevamos a casa.
Le pusimos Cua, aunque siempre la hemos llamado Cueta o Cui, cojeaba un poquito por lo que yo a veces en plan cariñoso le decía “mi chuequilla”, era tan frágil y delicada. Pese a todo lo que le había pasado, Cua estaba bien, comía, jugaba, dormía, era feliz. El hecho de haberle tenido que amputar su colita y que la cadera la tenía mal, no le impedía moverse como cualquier otro gato, es mas, era ágil como una pluma. Mi chuequilla, tan delgadita y poquita cosa, pero el amor y agradecimiento que demostró siempre hacía nosotros fue muy grande, desde el primer día hasta el último agradeció con sus mimitos y cabeceos el que la hubiésemos traído a casa.
Cui era como un angelito caído del cielo, buena, dulce, cariñosa, enseguida se adaptó y se hizo muy buena amiga de Nina y Lis, se llevaban de maravilla. Pasaron dos años y llegaron las gemelas, Nena y Nenú, a estas las descubrimos por Internet, las habían maltratado mucho y estaban en adopción, así que decidimos que también vinieran a casa y así Nina, Lis y Cua tendrían dos hermanitas mas, unas rubias preciosas, algo traviesas pero que también se adaptaron bien. Estaban las cinco muy bien avenidas. Todo el mundo nos decía…Que gatas mas buenas!. Nosotros encantados con ellas, no daban ningún trabajo, al contrario mucha compañía y cariño. Como todo iba sobre ruedas y yo siempre decía que nos faltaba un gato negro, el domingo 27 de febrero nos fuimos a la protectora a buscar una negrita a la que hemos llamado Mora, otra hermosura, muy buena y dócil. Estábamos super contentos, ya teníamos seis princesas, blanca, negra, tricolor, bicolor y las rubitas. Pero la alegría duro poco, el domingo a la una del medio día entraba Mora en casa y el lunes a la misma hora Cua empezó a sentirse mal, salíamos corriendo al veterinario, nos dijeron que estaba muy grave y necesitaba una operación urgente a vida o muerte, a las tres ingresaba en el hospital, a las cinco entraba en el quirófano y a las nueve de la noche nos daban la noticia de que había fallecido.
Esta vez la suerte no nos acompañó y no pudimos hacer nada por salvarte, mi Cueta, yo quería traerte de vuelta a casa, pero en el primer momento que empezaste a sentirte mal supe que nos dejabas, como la esperanza es lo último que se pierde yo quería aferrarme a ella, hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano para poder salvarte, pero Dios quiso llevarte al cielo. Tu mi querida Cui, también supiste que te ibas para siempre, lo ví en tus ojos que se despidieron de mi cuando te bese en el hospital antes de entrar en el quirófano del que no saliste con vida.
Ha pasado un mes y las lágrimas todavía empañan mis ojos, nada es lo mismo sin ti, tus hermanas han estado muy tristes también, estuvieron muchos días buscándote, sobre todo Lis con la que estabais muy unidas y compartías muchos momentos de juego. Lis estuvo dos días acurrucadita en el respaldo del sofá donde siempre tu te ponías y que ella muchas veces te hacía compañía, supongo que ya habrá entendido que no volverás y ya no se ha puesto mas, este lugar ahora lo ocupa Mora.
Tus ojos eran dos joyas de incalculable valor, verdes como dos esmeraldas. Cuanto amor y cuanta felicidad nos diste los cinco años que estuviste con nosotros, eso no se paga con nada. Ahora te has ido para siempre dejando un enorme vacío en nuestros corazones.
Cua, mi Cui, mi Cueta, mi Chuequilla….jamás en la vida te olvidaré.
La casa se quedó solitaria el día que decidieron independizarse nuestros hijos. Ahora iba a tener mucho tiempo libre y la tristeza natural que toda madre tiene al quedarse sin sus retoños.
Mi hijo me sugirió que adoptara un gato para que me hiciese compañía, siempre me gustaron los anímales así que pensé que sería una buena idea. A los pocos días de tener esta conversación, me avisaron de que habían encontrado abandonadas en el motor de un coche a dos gatitas y que las habían llevado al veterinario a espera de que alguien quisiera adoptarlas. Fuimos a verlas y nos trajimos una de ellas a casa, a las pocas horas no podía dejar de pensar en su hermanita, que sería de ella y fui corriendo a buscarla también, eran muy chiquitinas, apenas tenían un mes. Las llamamos Lita e Iris.
Que alegría me dieron aquellas dos chiquirrinas, pero a los pocos días enfermaron, cogieron un extraño virus que en aquellos días infectó a muchos gatos de la ciudad y fallecieron las dos. En la veterinaria que ingresamos a Lita e Iris cuando enfermaron habían llevado una nueva camada de gatitos, uno de ellos blanca como la nieve, mas bien feota, parecía un conejo en vez de un gato, pero a mi me cautivó, ella estaba sana y la adoptamos, sus hermanos corrieron la misa suerte que Lita e Iris.
Nina como así la llamamos, pensamos que no debería estar sola, que necesitaría alguien con quien jugar. Al día siguiente de tenerla en casa, nos dijeron que una vecina tenía gatitos para regalar y allí que fuimos y nos trajimos a Lis nuestra gata tricolor y vuelta a empezar, ya teníamos a dos nuevas criaturas en casa. A las dos semanas el maldito virus volvió a atacar, esta vez a Lis, la llevamos corriendo al veterinario, la ingresaron y aunque estuvo bastante mal, ella se salvó.
Lis estuvo ingresada una semana y nosotros íbamos todos los días a verla, yo la tomaba un ratito en brazos y la acariciaba. El primer día que fuimos, en la jaula de al lado de Lis había una cosita diminuta con unos enormes ojazos que en cuanto nos vio empezó a maullar desesperadamente, yo pregunté si la podía tomar un poquito en mis brazos y me dijeron que si. Así que cuando solté a Lis la tomé a ella, se me acurrucó y se calmó, la acaricié lo mismo que a Lis, cuando la volví a dejar en su jaula se puso a comer, la veterinaria me dijo que la gatita estaba triste y no comía, estaba muy mal pues la habían atropellado y la habían llevado para sacrificarla, tenía la colita aplastada, las caderas destrozadas y además también tenía el puñetero virus. Que pena me dio, tan pequeñita y tan mal.
Todos los días se repetía lo mismo, cuando nos veía entrar, ella se ponía a maullar insistentemente hasta que la tomaba en brazos y la acariciaba, cuando la dejaba comía, pregunté si tenía dueño y me dijeron que no. Pues si se salva me la llevo!. La cadera se le soldó y la colita se la tuvieron que amputar, pero ella tenía tantas ganas de vivir que salió adelante y nos la llevamos a casa.
Le pusimos Cua, aunque siempre la hemos llamado Cueta o Cui, cojeaba un poquito por lo que yo a veces en plan cariñoso le decía “mi chuequilla”, era tan frágil y delicada. Pese a todo lo que le había pasado, Cua estaba bien, comía, jugaba, dormía, era feliz. El hecho de haberle tenido que amputar su colita y que la cadera la tenía mal, no le impedía moverse como cualquier otro gato, es mas, era ágil como una pluma. Mi chuequilla, tan delgadita y poquita cosa, pero el amor y agradecimiento que demostró siempre hacía nosotros fue muy grande, desde el primer día hasta el último agradeció con sus mimitos y cabeceos el que la hubiésemos traído a casa.
Cui era como un angelito caído del cielo, buena, dulce, cariñosa, enseguida se adaptó y se hizo muy buena amiga de Nina y Lis, se llevaban de maravilla. Pasaron dos años y llegaron las gemelas, Nena y Nenú, a estas las descubrimos por Internet, las habían maltratado mucho y estaban en adopción, así que decidimos que también vinieran a casa y así Nina, Lis y Cua tendrían dos hermanitas mas, unas rubias preciosas, algo traviesas pero que también se adaptaron bien. Estaban las cinco muy bien avenidas. Todo el mundo nos decía…Que gatas mas buenas!. Nosotros encantados con ellas, no daban ningún trabajo, al contrario mucha compañía y cariño. Como todo iba sobre ruedas y yo siempre decía que nos faltaba un gato negro, el domingo 27 de febrero nos fuimos a la protectora a buscar una negrita a la que hemos llamado Mora, otra hermosura, muy buena y dócil. Estábamos super contentos, ya teníamos seis princesas, blanca, negra, tricolor, bicolor y las rubitas. Pero la alegría duro poco, el domingo a la una del medio día entraba Mora en casa y el lunes a la misma hora Cua empezó a sentirse mal, salíamos corriendo al veterinario, nos dijeron que estaba muy grave y necesitaba una operación urgente a vida o muerte, a las tres ingresaba en el hospital, a las cinco entraba en el quirófano y a las nueve de la noche nos daban la noticia de que había fallecido.
Esta vez la suerte no nos acompañó y no pudimos hacer nada por salvarte, mi Cueta, yo quería traerte de vuelta a casa, pero en el primer momento que empezaste a sentirte mal supe que nos dejabas, como la esperanza es lo último que se pierde yo quería aferrarme a ella, hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano para poder salvarte, pero Dios quiso llevarte al cielo. Tu mi querida Cui, también supiste que te ibas para siempre, lo ví en tus ojos que se despidieron de mi cuando te bese en el hospital antes de entrar en el quirófano del que no saliste con vida.
Ha pasado un mes y las lágrimas todavía empañan mis ojos, nada es lo mismo sin ti, tus hermanas han estado muy tristes también, estuvieron muchos días buscándote, sobre todo Lis con la que estabais muy unidas y compartías muchos momentos de juego. Lis estuvo dos días acurrucadita en el respaldo del sofá donde siempre tu te ponías y que ella muchas veces te hacía compañía, supongo que ya habrá entendido que no volverás y ya no se ha puesto mas, este lugar ahora lo ocupa Mora.
Tus ojos eran dos joyas de incalculable valor, verdes como dos esmeraldas. Cuanto amor y cuanta felicidad nos diste los cinco años que estuviste con nosotros, eso no se paga con nada. Ahora te has ido para siempre dejando un enorme vacío en nuestros corazones.
Cua, mi Cui, mi Cueta, mi Chuequilla….jamás en la vida te olvidaré.
Margarida Solá
Cua, nunca te olvidaremos … porque somos conscientes de que te hemos cuidado durante cinco largos años, que han sido muy felices, a pesar de que, después del atropello que sufriste cuando apenas tenías unas semanas, el veterinario sólo te auguró unos meses de vida.
Cua, nunca te olvidaremos … porque todos los días de estos cinco años nos has demostrado tu cariño y tu agradecimiento con tus cabezaditas, tus carantoñas, tus maullidos y tus arrumacos.
Cua, nunca te olvidaremos … porque nos has demostrado que tu comportamiento “animal” ha sido en ocasiones mejor que el de algunos llamados “humanos”.
Por eso y por otras muchas razones Cua, nunca te olvidaremos.
Ángel González